ser...humano

El dragón estaba estirado como un gato a la luz pálida del sol; los pompones enjoyados de sus antenas se movían a un lado y a otro como si olieran el tumulto en el aire junto a él, sobre el único banco de granito del patio, estaba John.
El dragón estaba hablando.

¿Por qué esa curiosidad vencedor de dragones? ¿Para saber más de nosotros la próxima vez que decidas matar a uno?

-No- dijo Jhon-. Solo para conocer mejor a los dragones. Tengo más limitaciones que tu Morkeleb..., por un cuerpo que se gasta y muere antes de que la mente haya visto la mitad de lo que quiere ver, por una mente que se pasa la mitad de su tiempo haciendo lo que en realidad no querría hacer a favor de otros a los que tiene que cuidar. Tengo tanto deseo, tanta codicia de conocimientos como Jenny, como tu por el oro, tal vez más porque se que tengo que tomar el conocimiento mientras pueda y donde pueda.

El dragón respiró con desprecio; las aletas de su nariz bordeadas de terciopelo temblaron y mostraron una onda superficial de corriente más prefundas de pensamiento; luego desvió la cabeza.
Durante un tiempo se quedaron callados, el hombre y el dragón, y las sombras de las cabezas de tormentas con vientres azules se movieron sobre ellos para reunirse sobre las altura de las ciudadela.

¿Por qué?, preguntó Morkeleb finalmente. Si, como dices, la tuya en una vida limitada por los problemas del cuerpo y los perímetros estrechos del tiempo, si deseas el conocimiento como nosotros deseamos el oro, ¿por qué das lo que tienes, la mitad de todo lo que posees, a otros?

La pregunta se había alzado como una ballena desde profundidades insospechadas y John se quedó callado un momento antes de responder.

-Porque es parte de lo que es ser un ser humano, Morkeleb. Tenemos tan poco..., lo compartimos entre nosotros para que valga la pena tenerlo. Hacemos lo que hacemos porque las consecuencias de no preocuparnos por hacerlo serían peores-

La respuesta de tocar alguna cuerda en el alma del dragón, porque jenny sintió, incluso a través de la visión distante, el estallido radiante de su irritación. Pero los pensamientos del dragón bajaron de nuevo a sus profundidades y se quedó quieto, casi invisible contra los colores de la piedra.

“Vencer al Dragón”
Barbara Hambly

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